Marta Rodríguez Torregrosa e Isabel Jódar González de la Cooperativa Alvitae

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La salud mental de las mujeres es un problema colectivo que requiere una respuesta de toda la sociedad

Entrevistamos a Marta Rodríguez Torregrosa e Isabel Jódar González de la Cooperativa Alvitae, por el Día Internacional de Acción por la Salud de las Mujeres. Su taller, «Mujeres que se cuidan, mujeres que se quieren», trabaja sobre salud integral y se encuentra en nuestro catálogo de actividades de Igualdad concertadas por la Diputación de Granada

Marta e Isabel llegaron a Granada desde Nicaragua hace unos años para desarrollar un proyecto propio que les permitiera trabajar en su pasión y para lo que se encuentran cualificadas: el bienestar de las mujeres a través de programas y talleres que cuidan de su salud desde un punto de vista integral. 

Desarrollan estas actividades en grupo, en colectivo, algo que ya en sí mismo califican de «sanador», «porque cuando estamos juntas, la soledad no es tan fuerte; vivir una depresión, un malestar en soledad es muchísimo más complicado». En sus talleres trabajan «desde el cuerpo», «Porque la cabeza y la razón se las saben todas; conocemos toda la teoría, pero de ahí a cómo transito yo mi soledad o cómo transito mi tristeza, hay todo un mundo». Para esta expresión y conciencia corporal utilizan música, juegos; y también la reflexión, «pero no tanto en el sentido teórico, sino en cuanto a la vivencia corporal, cómo se ha experimentado esta tristeza, soledad, depresión, en los cuerpos, ¿Cómo le pongo palabras? El hecho de escucharnos, movernos, ponerle música, es la estrategia que utilizamos y en la que creemos firmemente», comentan las terapeutas en una entrevista para nuestro blog.

Para Marta e Isa, abordar la salud desde un lugar integral significa poder darnos cuenta de que «lo que me pasa a mi, también le pasa a otras. Significa trascender que esto que nos pasa a muchas no es debido a una predisposición o porque es nuestro; sino que hay un contexto, una cultura, una construcción que nos impacta y que tiene un efecto en nuestro estado de bienestar. También que no se trata de una responsabilidad individual sino colectiva».

Están contentas porque el feedback, la respuesta que les llega de las mujeres que participan en su taller es «muy gratificante». Para ellas, poder acercarse a las emociones desde un lugar diferente y a pesar de la edad, cualquiera que esta sea, es un objetivo muy importante, «muchas mujeres nos comentan, ’yo ya con 70, ¿qué voy a hacer’. Para Isa y Marta,hacerles sentir que sí, que siempre hay una oportunidad, una posibilidad, que siempre podemos hacer algo diferente, que nos impacte de manera diferente y que tenga una repercusión en nuestras vidas, tengamos la edad que tengamos, es muy importante».

La salud mental nos afecta como sociedad

Confirman que nuestra sociedad se enfrenta actualmente a un problema, y es que, en general, se concibe que lo que le sucede a la mujer es un problema suyo, propio; como entender que, ante una enfermedad, nos tenemos que tomar la pastilla y nos las tenemos que arreglar. Marta e Isa van más allá y reflexionan: «¿Qué hacemos en esa construcción de género que nos han encasquetado, que nos lleva a cuidar a los demás, a olvidarme de mí, a pensar que soy la última? Y encima si hago algo que sea diferente, soy egoísta, ¡Toma ya!». 

Nos explican que, debido a este entendimiento, no se llega al quid de la cuestión que es la conciencia de que la carencia de salud mental no es un problema individual sino un problema de esta sociedad. Para Isa, el hecho de que sólo haya una mirada, la del punto de vista biológico o físico que la trata como una enfermedad donde sólo hay que tomar medicamentos para sanar; limita la posibilidad de una mirada estructural, de género, amplia, que pueda comprender que el problema es consecuencia de algo mayor. 

«Entendemos que el sistema de salud tiene que ampliar su mirada a una más bio psicosocial para poder ver a la persona como un ser integral, donde estas diferentes áreas: biológica, psicológica y social tienen un impacto en nuestra salud y por tanto hay que atender también desde una mirada integral para fortalecer el bienestar y la salud. Si cualquier tratamiento no viene de la mano de un acompañamiento psicológico, de un acompañamiento social, de analizar cuál es la realidad de las personas para ver qué otros apoyos se le pueden facilitar y mejorar las realidades personales y sociales que favorezcan que yo tenga la capacidad y las habilidades necesarias para enfrentar la vida. Si no es así, se sigue echando más carga a lo que ya es una carga de por sí en las historias de las mujeres», nos comenta Marta.

Alvitae trabaja su talleres concertados por la Diputación de Granada en muchos pueblos de nuestra provincia y han encontrado que en los pueblos más alejados suelen atender a mujeres más mayores, «La mayoría de las mujeres que vienen a los proyectos dentro del programa de concertación son mujeres de 55 a 60 años hacia arriba», comenta Isa; mientras que en los pueblos del cinturón de la ciudad han podido formar grupos de mujeres con edades más diversas, «por ejemplo, en Dúrcal, el año pasado la menor tenía treinta y pocos años, y la más mayor ochenta y uno. Y evidentemente dentro de esos rangos de edades, tanto las creencias, como las oportunidades y las experiencias de vida, son muy diferentes y se nota mucho cuando llega el momento de compartir esas experiencias propias que cada una tiene, el ser mujer, el contexto, las enfermedades o necesidades», nos explica Marta.

La soledad, uno de los principales problemas de las mujeres mayores

Su experiencia con tantas mujeres en pueblos a lo largo y ancho de nuestra provincia les ha dado el conocimiento para afirmar que uno de los mayores problemas en la actualidad es la soledad, «Por ejemplo, de personas que han enviudado y que se encuentran diciendo ¿y ahora qué hago yo con mi vida? Los hijos están mayores ¿y ahora qué?», nos comentan en la entrevista.

Comentan que en los grupos de trabajo de los talleres escuchan a mujeres que dicen: yo esto no lo he hecho nunca, nunca he tenido tiempo para ir a andar, nunca he tenido tiempo para ir con las amigas. Comentarios que Marta e Isa interpretan como una respuesta hacia la reclusión, a estar «adentro» y no querer salir. A través de la convivencia y las estrategias de los talleres, «estas mujeres poco a poco van encontrando el atrevimiento para acercarse a otros espacios y abrirse a vivir otras experiencias».

En los talleres también abordan problemas como la depresión o el insomnio, temas que relacionan con la frustración de no encontrar un sentido a la vida y experimentar un sentimiento de vacío, «Creo que también hay una carencia de contacto, de alegría, de reír, y las mujeres necesitan mucho de eso. Estas mujeres han vivido muchísimas cosas que han estado y siguen ahí guardadas; no han tenido espacio para poder expresar lo que les ha sucedido y lo que han sentido; también son parte de una generación donde se generó una idealización de la maternidad donde el máximo y único objetivo era la entrega a los hijos, a los nietos. Entonces, llevan tanto tiempo sin mirarse, que eso ha generado parte de esa tristeza. En un taller, una de las mujeres respondió a la pregunta ¿Qué has ganado en estos talleres? Con la respuesta: ‘Que puedo elegir la vida. Que si me dan helado, puedo elegir si lo quiero de chocolate o de fresa porque siempre me he comido lo que me han dicho’», comparte Isa.

En los talleres de Alvitae, para trabajar estos temas básicos de salud mental refuerzan mucho la conexión social. Se encuentran una vez a la semana y durante el resto de días las mujeres pueden ir poniendo en práctica esos recursos que han trabajado y les hayan generado bienestar o les han ayudado a poder compartir lo que están viviendo. Marta nos comenta que en uno de los talleres las mujeres llegaron a compartir que «nos conocemos de toda la vida porque somos del mismo pueblo, pero nunca nos habíamos saludado o menos abrazado». 

Una mujer incluso llegó a decir que al escuchar a la vecina y saber lo que estaba pasando y sintiendo, todo cambió, «Sí, nos conocemos de siempre porque nacimos aquí, pero nunca nos habíamos escuchado y ahora que lo hemos hecho, cada vez que nos encontramos nos abrazamos, nos sentamos, buscamos cómo seguir encontrándonos», nos dice Marta.

Isa complementa esa información con su percepción de que el hecho de que esas mujeres se hayan encontrado desde otros lugares y perspectivas ha generado un vínculo que favorece que incluso cuando el taller ha terminado, las mujeres buscan espacios para encontrarse, «Nuestro objetivo está cumplido puesto que hemos conseguido que las mujeres hayan conectado más y estén asistiendo a otras actividades porque se han dado cuenta de que es importante esto de dedicarse tiempo, de priorizarse, de buscar qué recursos hay a nuestro alrededor para aprovecharlo».

Un encuentro intergeneracional que tiende puentes de comunicación y entendimiento mutuo

Otra cuestión que Isa y Marta encuentran muy enriquecedora es la intergeneracionalidad, donde en sus talleres, una mujer de 30 años se sienta a conversar sobre la maternidad con alguien de 80, algo que nunca antes había sucedido. «Cuando logramos un encuentro así es como si las abuelas se acercan a las nietas y las nietas a las abuelas. Se genera la posibilidad de que la gente joven esté con personas más mayores y que las personas más mayores puedan conectar con personas más jóvenes a través de este trabajo corporal, de reconexión con el movimiento y con la emocionalidad, y es así donde afortunadamente se han producido muchos encuentros reparadores», comenta Marta.

Marta define esta intergeneracionalidad en sus talleres como una oportunidad muy bonita para generar puentes comunicativos, «porque cuando yo puedo escuchar a una mujer de 80 desde su historia también me hace tomar conciencia de la mía, de modo que poder escuchar esos testimonios también encajan, hacen un click en nosotras y viceversa. Acerca las posiciones de las distintas mujeres hacia un lugar donde la comunicación es mucho más fácil con alguien que no conozco, con alguien con quien no esté involucrada afectivamente, pero que me da la oportunidad de poder ampliar mi conocimiento y entender a una generación»..

Una comunicación intergeneracional que se va construyendo en estos talleres de 12 encuentros, algo que facilita, según las expertas, un impacto mayor que talleres más cortos con pocas sesiones. Con un trabajo más largo, se construye un puente que ofrece la posibilidad de entenderse y entender a los demás un poco más, «sobre todo porque el trabajo que nosotras hacemos no es tanto desde el neocórtex, no lo trabajamos tanto desde la razón, sino que nuestras actividades tienen más que ver con el sistema límbico donde está involucrada la emoción. Desde ahí trabajamos humana con humana, da igual la edad que tengas: han bailado, han jugado, han estado juntas, eso te hace encontrarte desde otro lugar, no desde las ideas, porque desde las ideas tal vez no nos encontremos», resume Isa.

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