Participamos en la jornada: “Sembrando transformaciones: Mujeres Rurales del Valle de Lecrín Protagonistas del Cambio Local y Global” junto a las mujeres rurales del Valle de Lecrín. Hablamos de ‘HUellas’ y ‘Mujeres que se cuidan’ proyectos de la delegación de Bienestar Social, Igualdad y Familia de la Diputación de Granada enmarcados en este Día Internacional de la Salud de las Mujeres
Este 30 de mayo se conmemora el Día Internacional de las Mujeres y nuestra delegación de Bienestar Social, Igualdad y Familia de la Diputación de Granada participa, representadas por Isabel Veiga, jefa de la sección de Igualdad, en una Jornada en Acción por la Salud y la Participación Social, cofinanciada por la Agencia Andaluza de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AACID) y Farmamundi.
Compartimos en este reportaje la experiencia de Isabel Veiga y el equipo de ambos proyectos que se dirigen específicamente a mujeres. En el evento organizado por las asociaciones de mujeres rurales del Valle de Lecrín y Farmamundi ha sido clave para identificar retos concretos que afectan a su salud y bienestar, así como para proponer alternativas sostenibles y transformadoras desde el propio territorio, y estamos orgullosas de haber aportado nuestro granito de arena.
Desde hace ya muchos años, y especialmente al trabajar directamente con mujeres, hemos constatado la importancia vital de contar con nosotras para impulsar cambios y transformaciones. Cambios en nosotras mismas, por nosotras y para transformar nuestro entorno. Este principio es esencial en cualquier ámbito, pero en el de la promoción de la igualdad de género, si cabe, es aún más crucial.
¿Y por qué? Pues porque, tradicionalmente, no se ha contado con nuestra voz. Nuestra opinión, nuestras necesidades, nuestros deseos y nuestra experiencia han sido, con demasiada frecuencia, ignorados en la ciencia, lo social, lo político… A pesar de que hemos sido un elemento clave para el avance personal, familiar y social.
Hemos sostenido y cuidado, facilitando el desarrollo de otras personas. Hemos educado a nuestras familias, trabajado «en la sombra» en el hogar, en el campo, e incluso fuera de casa. Hemos aportado incansablemente a nuestras comunidades y pueblos, siempre dispuestas: para las fiestas, para mejorar nuestro entorno, para recaudar fondos… Siempre haciendo, haciendo, haciendo. Sin precio, sin tiempo, sin límite, sin valor, sin el reconocimiento merecido, perdiendo y desdibujando nuestro propio ser.
Si hablamos de bienestar o salud en su sentido más amplio, somos mantenedoras y sanadoras para la salud de otras personas. Somos el motor de cambios desde la perspectiva de la salud social, participando y aportando a la comunidad. Sin embargo, cuando se trata de nuestra propia salud, desde una visión integral, generalmente no nos hemos dado prioridad, en gran parte porque no se nos ha enseñado a hacerlo.
Y si nos referimos a la creatividad y la expresión de nuestro saber a través del arte, lo tenemos, ¡sí! No hay duda. Pero no se ha valorado, ni se le ha dado la «importancia» social que merece. Se nos ha negado o tapado este aspecto, con muchos estereotipos negativos. Nuestros saberes y talentos, compartidos entre nosotras, rara vez han sido reconocidos socialmente. Nuestra creatividad y nuestro arte, relegados a un segundo plano, bajo una visión social centrada en nuestro cuerpo «externo»: apariencias, belleza física, un cuerpo como mero instrumento para «traer hijas e hijos al mundo».
Proyectos Huellas y Mujeres que se Cuidan: Dando cuerpo a nuestra creatividad
En este contexto surgen los proyectos de los que expusimos nuestro propósito y resultados más significativos. Tanto «Huellas» (ese énfasis en ELLAS) como «Mujeres que se Cuidan» comparten una metodología que nos permite trabajar en profundidad:
- Se desarrollan en 10 a 12 sesiones semanales continuadas de 3 horas, con horarios adaptados a las necesidades de las participantes.
- Los grupos, de un máximo de 20 mujeres, fomentan un ambiente experiencial y vivencial.
- Trabajamos en equipo, desarrollando y explorando nuestro lado más creativo, desde el cuerpo, con el cuerpo, y «dando cuerpo a nuestra creatividad».
Mujeres que se Cuidan: Reencontrando el goce y la plenitud
El proyecto «Mujeres que se Cuidan, Mujeres que se Quieren» parte de una premisa fundamental: la salud como un estado completo de bienestar físico, mental, social, ambiental y espiritual, no solo la ausencia de enfermedad.
Este proyecto propone un camino para reencontrar la alegría de vivir, des-envolver nuestros potenciales de salud y, sobre todo, para que las participantes conecten con la búsqueda del goce y la plenitud. Trabajamos de modo vivencial, buscando «descubrir nuestro cuerpo»; cómo nos habla en todo momento. Desde ahí, cuestionamos los valores, las costumbres, las creencias, la propia historia que nos han contado sobre nosotras mismas.

El proyecto trabajado por la Cooperativa Alvitae, formada por Marta Rodríguez Torregrosa e Isabel Jódar González realiza un recorrido por aspectos esenciales para potenciar un estado de salud general y bienestar, atendiendo al cuidado de la alimentación, el ejercicio físico, el descanso y la salud emocional, y en relación con las distintas fases de la vida de las mujeres. Es un camino de autoconocimiento, autorreflexión y construcción colectiva de saberes. Revisa creencias, reconocemos y liberamos las emociones que guarda el cuerpo, reconectando y aprendiendo a escuchar al cuerpo a través de la sensopercepción y el movimiento. Se trata de reconocer la sabiduría interior de cada una, la importancia del descanso y nuestra participación en la construcción y transformación de nuestra propia vida.
Huellas: Visibilizando lo invisible
En «Huellas», las mujeres participantes llevan a cabo un proceso de búsqueda creativa y recopilación de material de gran valor sobre las mujeres referentes de su municipio. Es una propuesta de trabajo creativo y experiencial que busca descubrir las huellas que las mujeres dejan y han dejado en sus pueblos, el legado femenino que habita en cada rincón. Le vamos dando forma con las memorias, recuerdos y deseos que guardan las participantes.
Aparecen las huellas de «mujeres anónimas» que, como sabemos, han sido el «alma y vida» de nuestros municipios. Mujeres referentes, recordadas por sus sacrificios, valentía, sensibilidad, esfuerzos, coraje, capacidad de liderazgo, fortaleza y poder interior. Pero que, normalmente, se quedan en «nuestro recuerdo», sin presencia, sin cuerpo propio, sin reconocimiento social, sin espacio visible. Mujeres imprescindibles, pero invisibles.
Al participar en estos proyectos, las mujeres encuentran un lugar seguro donde se las escucha, y donde ellas mismas aprenden a escucharse. Después de muchas ediciones de ambos proyectos, el material que emerge es inmensamente valioso, y hoy queremos compartirlo con vosotras.
Transformando territorios: un diagnóstico para el bienestar
Para lograr transformar nuestros territorios, para provocar cambios, necesitamos reconocer lo que nos pasa. Detectar necesidades, establecer un diagnóstico y abordar los síntomas de cara a la mejora y bienestar de las mujeres y, en general, de nuestro territorio. Utilizo intencionadamente la terminología de la salud porque lo que hacemos es, en esencia, sanar.
Lo que hemos aprendido en «Mujeres que se Cuidan»
En general, hemos observado que las necesidades y realidades expresadas por las mujeres varían según factores como el tamaño de sus pueblos, su edad, situación económica o el apoyo familiar y social. Sin embargo, la mayoría comparte ciertas experiencias:
- Se reconocen en el rol de cuidadoras, entregadas a la familia y responsables del bienestar de los suyos, especialmente las mujeres de mayor edad.
- Es frecuente un discurso de autocastigo y culpa por no haber logrado romper con los mandatos de género. Reconocen la presión social y cómo parte de su entorno no las entiende ni apoya, sintiendo que se les exige ser «una buena mujer». Se sienten solas en estos procesos de cambio.
- Las tareas del hogar, el cuidado de nietas, parejas y familiares siguen teniendo un impacto significativo en su salud física, emocional y psicológica. Se sienten responsables del bienestar ajeno y la imposibilidad de controlar todas las situaciones les genera un estrés crónico. Esto se refleja en pensamientos recurrentes, insomnio, migrañas, estados depresivos, ansiedad, soledad, falta de ilusión y dolores físicos sin causa aparente.
- La soledad y los duelos por pérdidas también están muy presentes. Algunas mujeres han logrado transitar el duelo y vivir este periodo de soledad abriéndose a nuevas experiencias, como viajar o participar en asociaciones. Sin embargo, otras, por el peso del «qué dirán» y lo aprendido, lo viven en silencio y con mayores dificultades.
- El dolor generado por la violencia física y/o de género, y la separación familiar, son otras realidades que emergen. Aunque pocas veces se expresan explícitamente, hay muchos signos de que, bajo los síntomas que presentan, existe una historia de angustia que ha socavado su identidad. Logran expresar que nunca se han sentido reconocidas, valoradas y queridas.
- Hay una gran sorpresa cuando reflexionamos sobre el impacto biopsicosocial y la construcción de género en su salud, pues muchas creen que sus malestares son responsabilidad exclusiva suya. Les cuesta relacionar cómo lo vivido, tanto los factores protectores como los de riesgo, influye en su calidad de vida y bienestar integral.
- Las mujeres reconocen la importancia del cuidado físico y suelen hacer caminatas, yoga o baile, pero no realizan actividades para el cuidado emocional, espiritual o psicológico en su día a día. Solo buscan ayuda ante situaciones personales graves. Reconocen que no suelen expresar sus emociones, y cuando lo hacen, es desde un aspecto negativo (no quiero sentir tristeza, es mejor dejar pasar las cosas y no enfadarse), muy marcado por lo socialmente aprendido y la construcción de género.
- En muchos casos, cuentan con un círculo muy reducido de personas de confianza con quienes abrirse y desahogarse. A algunas les cuesta salir para hacer actividades y lo hacen si encuentran el apoyo de otras mujeres para dar el paso. También reconocen que, a menudo, cuesta que las mujeres se abran a espacios diferentes, donde aprender cosas nuevas, a veces por pensar que «esos espacios no son para ellas» o que «a estas alturas ya no van a cambiar».
Desde los espacios que promovemos, generamos vivencias de encuentro emocional y afectivo donde cultivar en ellas la reconexión con el cuerpo para escuchar sus propias necesidades, darles valor y prioridad. Creamos espacios seguros y de confianza donde, paso a paso, se van tocando emocionalmente y encontrándose con otras mujeres. La reflexión a partir de las experiencias, el autocuidado y el cuidado colectivo propician momentos de desahogo emocional, de comprensión de lo que les sucede por dentro, de normalización de sus vivencias, y de aprendizaje para contactar con recursos, tanto internos como externos, que ayudan a la autorregulación de su sistema nervioso.

Nuestra experiencia nos dice que sentirse escuchadas, valoradas y poder cuestionarse, desde el respeto y el afecto, ha permitido que se abran entre ellas, acercándose desde un lugar diferente, mucho más cercano y afectivo. Trabajar desde el movimiento corporal facilita el cambio de manera más profunda que el pensamiento únicamente. Nuestra labor apuesta por la reeducación afectiva, la movilización de emociones reprimidas para que sean procesadas, aceptadas, y permitan una mayor energía vital para vivir en el aquí y el ahora. El sistema nervioso se regula, generando impactos significativos en su bienestar: perciben una calma que hacía tiempo no encontraban o una vitalidad que les sorprende.
En este sentido, muchas mujeres salen de estos procesos reconociendo que han aprendido a priorizarse, a valorar y respetar lo que quieren para ellas, a decir «no», a elegir en lo cotidiano, a nombrar lo que sienten y darle valor. Ahora se ven, se perciben y sienten sus cuerpos, y buscan el protagonismo de su existencia, expresándolo a través de acciones que incorporan en sus hábitos diarios: servirse primero al comer, elegir lo que les apetece, decir «no» cuando prefieren otra cosa, o juntarse para hacer ejercicio. Puede parecer simple, pequeño, pero genera un impacto positivo inmenso en ellas y en su autoestima.
Huellas: El legado de las que nos precedieron
En el proyecto «Huellas» trabajamos con dos grupos diferenciados, y ambos son fundamentales:
Las mujeres que participan directamente en el taller:
Es esencial crear un espacio seguro de trabajo con ellas. Para estrechar lazos, fortalecer voces y crear alianzas. Priorizamos el contarnos historias, disfrutando de las alegrías, secando lágrimas juntas e iniciando un proceso de autocuración a través de compartir estas narrativas. Sentimos que cuando las participantes comparten las historias de dolor y resiliencia de las mujeres de su linaje, historias escritas en el cuerpo y la mente, y tienen la oportunidad de compartirlas y plasmarlas en papel, sanan y mejoran, aumentando su autoestima y confianza.

Existe una profunda necesidad de ser oídas, y un trabajo con el resto de mujeres para saber/aprender a escuchar, ya que venimos de una cultura basada en «sostener silencios» durante siglos. Guardar silencio sobre acontecimientos dolorosos no solo crea un fuerte arrepentimiento, sino también un trauma que se transmite a las generaciones futuras. Este espacio que creamos permite transformar los silencios en lenguaje y acción, un espacio de sanación a través de la memoria y las artes creativas.
Nos centramos en las historias comunes, las del día a día, porque en ellas reside lo extraordinario. Intentamos trabajar en nombrar lo innombrable: la memoria de su pueblo, la violencia, la supervivencia de su gente, la capacidad para lidiar con el daño, el dolor… Ese «sostener» que, prolongado en el tiempo, nos desmorona y resquebraja.
Algunos aspectos comunes a todas las mujeres con las que hemos trabajado incluyen:
- Un historial de sueños no realizados y, por tanto, no cumplidos.
- Mujeres que han sido silenciadas a lo largo de generaciones.
- Una carga significativa de heridas emocionales y psicológicas, propias y heredadas, «heridas del alma».
A pesar de esto, son mujeres con una gran resiliencia. Han sobrevivido a numerosas adversidades, soledades y desconsuelos. En ellas, sin embargo, se respira esperanza, alegría y sueños por hacer, que están muy presentes. Son mujeres que reconocen la determinación y el esfuerzo de las que las precedieron, y la capacidad que tuvieron para enfrentar las adversidades de la vida. Llevan la semilla de sus predecesoras, donde resuenan frases como: «Tienes que estudiar… ¡Estudia! así no dependerás de nadie».
Se involucran en la vida de sus pueblos porque les gusta «hacer» y porque, en su esencia, «quieren mejorar». Uno de sus mayores anhelos es «llevar una vida mejor que sus madres o abuelas», y dársela también a sus hijas e hijos. Muchas han trabajado fuera de casa y les ha tocado vivir épocas de guerra, de «transición» entre la hambruna y la necesidad extrema, y el anhelo de un nivel de vida mejor y más satisfactorio.
Ahora, con sus necesidades básicas cubiertas, tienen muchos deseos de «disfrutar». Este es un aspecto clave, ya que ahora tienen interés en y comienzan a plantearse el «mirarse a sí mismas», «mejorar como personas», «empoderarse y cuidarse», y «liderar su propio proyecto de vida». Todas estas frases cobran mucho sentido ahora para ellas, y este tipo de proyectos contribuyen a hacerlo realidad. Quieren y pretenden mejorar y transformarse, por ellas, por su familia y por la sociedad en general. Y en el proceso, se cuidan, se miran, se escuchan (a sí mismas y a las otras), contribuyendo a su bienestar y al bienestar general.
Son mujeres que, a menudo, sienten que han dejado a un lado su sabiduría o habilidades más preciadas para cumplir con el papel social tradicionalmente asignado. Participar en este tipo de proyectos es para muchas una oportunidad para conectar con esos sueños y vivir una vida más digna, integrando y dignificando la vida de las mujeres que las precedieron en su experiencia vital.
Cuando ponemos en valor y hablamos de la vida de sus antecesoras —la de los sueños soñados, incumplidos, la de humillaciones incorporadas a su «ser» y «estar», y los sacrificios y renuncias que tuvieron que hacer «sus» mujeres—, de alguna manera, compartimos vivencias muy similares e identificamos la resiliencia y sororidad que tuvieron estas mujeres para salir adelante. Se despierta una conexión profunda entre las participantes.
Desde el momento en que abrimos viejas heridas y ponemos énfasis en «sanar» esos olvidos y empezamos a llenar los silencios del pasado, sienten que sus historias y experiencias, aunque parezcan distintas, tienen muchos puntos en común. Y aquí es donde abrimos un espacio de sanación, aceptando la vulnerabilidad, los miedos y el valor de lo colectivo.
Las mujeres referentes del pasado:
En general, estas mujeres son «mujeres con una capa extra de dolor», heredado en generaciones posteriores, debido a la dura vida que llevaron. Detectamos una problemática o trauma común a todas ellas:
- Problemática de género: por su condición de mujeres en una sociedad patriarcal.
- Problemática de clase social: su posición en una jerarquía de clases muy diferenciada tuvo claros efectos en su salud, educación, vida familiar y comunitaria.
- Problemática derivada de un conflicto político: las secuelas y traumas de la Guerra Civil Española son evidentes en estas mujeres y en sus hijas y nietas.
Y a todo esto, se suma el olvido de la sociedad. Son mujeres que soportaron un exceso de carga emocional reprimida, emociones que no pudieron asimilar, permitirse o hablar de ellas, creando un «trauma» que pasó a las siguientes generaciones (la segunda y tercera, es decir, el colectivo de mujeres con las que trabajamos directamente). Por esta razón es tan importante crear estos «espacios seguros» para compartir con las participantes, para que aflore al exterior lo que quedó escondido, lo que no se pudo decir ni compartir.

Contar la historia de estas mujeres por sus propias descendientes es un acto de valentía para las participantes y la sociedad en general: al compartir los momentos dolorosos, nos vamos «recuperando» y les damos un lugar para que así puedan aparecer nuevas cuestiones y avanzar. Nos vamos quitando capas y damos espacio a lo nuevo, lo nuestro, lo auténtico.
Cuando las mujeres relatan la vida de «las otras» mujeres, no se quedan en la versión de que eran únicamente víctimas de una sociedad patriarcal, clasista y de una guerra. También hablan de ellas como mujeres que progresaron, que fueron respetadas en sus pueblos, y que superaron circunstancias adversas: mujeres llenas de dignidad, valientes y con mucha bondad.
Por otro lado, al ser las propias mujeres quienes narran y dan voz a estas historias, estamos encontrando nuestras propias narrativas: venimos de una historia de silenciamiento de nuestras voces y de tener que aceptar como propias historias contadas sobre nosotras desde fuera. Este hecho empodera a las mujeres al ser las protagonistas directas. Oír las voces silenciadas y colocarlas en el centro de la obra/del discurso es fundamental.
Valorar la memoria de las mujeres, sobre todo en zonas rurales, y su papel en el sostenimiento de la cultura de los pueblos, es necesario para mantener la identidad de nuestros territorios. Con los relatos y experiencias de estas mujeres podemos visibilizar, conocer y reflexionar sobre el pasado, el presente y el futuro de nuestros pueblos. Las mujeres se sienten como «guardianas de la memoria local», como un archivo vivo de la historia de sus pueblos.
El proceso creativo: Un camino sanador
De modo muy resumido, quiero transmitiros el inmenso aporte del proceso creativo a las participantes. De forma orientativa, y destacando que los tiempos los marca el grupo:
- Activamos recuerdos: Comenzamos el taller activando recuerdos con las mujeres, ya sea hablando de experiencias personales, contando historias de las mujeres que nos precedieron (referentes propios o del pueblo), o compartiendo y analizando «elementos con carga de memoria» como fotografías antiguas.
- Identificamos un hilo conductor común: Este hilo puede ser algo que las une o las diferencia, algo con lo que todas las mujeres brillan, o algo que les preocupa o activa emociones determinadas. También puede ser un objeto con mucha carga simbólica que las hace presentes: una silla, un delantal, un cántaro, hilos, cuerdas, objetos domésticos, cuevas, el campo, etc. En resumen, debe ser algo de interés colectivo que las atraviese a todas.
- Fase de análisis del hilo conductor: Analizamos todos los aspectos que lo conforman, lo deconstruimos y lo abstraemos, incorporando una visión personal de las propias participantes.
- Construimos algo juntas: La realización de una acción colectiva es crucial. Esta acción busca reflejar todo lo hablado, analizado y reflexionado, y en ella deben sentirse reflejadas las necesidades y deseos, tanto de las mujeres del pasado como de las del presente. Para la creación de esta obra, seguimos unas «huellas» sutiles y delicadas; no inventamos nada, sino que revelamos.
Entendemos dicha acción como un acto de duelo, un ritual, en el que dignificamos a las mujeres del pasado y sanamos a las mujeres del presente. Esta acción se materializa en una obra artística que toma formas diversas, dependiendo de cada grupo (un mural, una escultura textil, una instalación expositiva…). Usamos un lenguaje no figurativo y reforzamos lo que queremos transmitir con el valor simbólico que otorgamos a los materiales con los que trabajamos (hierros, fibras naturales, esparto, cemento, material reciclado… en relación con el sacrificio, la vida, la muerte, la transformación…).
El objetivo de esta obra es crear «justicia poética». A través de ella, honramos la vida de las mujeres del pasado, «dignificamos» a las mujeres olvidadas. Vamos de lo particular a lo general, de las referentes personales a todas las mujeres, con especial interés en crear un espacio (virtual o real) donde se las nombre, se les dé un lugar y se hable de su vida. Por otro lado, con esta obra cumplimos una responsabilidad social: la de construir memoria. Construimos una memoria colectiva desde una administración pública, en colaboración con las mujeres, participando. Nos hacemos, de alguna manera, responsables también desde lo público. No dejamos a los pueblos y a las familias, de modo particular, la responsabilidad de conservar y mantener la memoria femenina de los pueblos de la provincia de Granada.
La finalidad de esta obra es que comunique con cualquier ser humano, hacer partícipe al público, para que pueda sentir que compartimos el mismo dolor, el dolor de la historia del pasado de nuestros pueblos en Granada.
El papel del arte y lo creativo: un camino sanador
La sociedad, a menudo, elige olvidar, ignorar, no ver o no reconocer. Mediante el arte, podemos mostrar a la sociedad lo que no quiere o no puede ver. En el proceso artístico, es muy importante nombrar para mantener viva la memoria, poniendo énfasis en que cada experiencia de estas mujeres es válida y muy valiosa.
A través del arte, generamos posibles diversas lecturas de la historia y no una mirada única. Intentamos reconstruir lo dañado, lo silenciado, lo olvidado, expresando existencias negadas y construyendo un pensamiento creativo que las dignifique.
Nuestra responsabilidad es traer al presente la ausencia, los silencios y el vacío emocional que dejaron y siguen dejando estas mujeres. Hacerlas visibles, como se merecen. Mostrar su suficiencia, su valía, su capacidad, su merecimiento… Descubrirnos y conocernos a través de ellas.
En la medida en que nosotras, como sociedad, miramos, nombramos y dignificamos a las mujeres que nos precedieron y la vida que llevaron, las hacemos presentes, les permitimos estar, las integramos. Y así, solo así, podremos construirnos nosotras, transformando esas vidas que habitan en nosotras en sabiduría y puente de unión con la nuestra.
Esto nos ayuda a sanar hoy, a nivel personal y como sociedad. Una sociedad sana es aquella que reconoce, permite, encuentra sentido y avanza. Es vital que el arte sea colectivo y público, creando espacios dedicados a mantener y honrar la memoria de las mujeres que nos precedieron, ya que se les negó un espacio público para expresarse, para expresar su sufrimiento o vivir su duelo. Es fundamental que esta tarea no sea solo un deber de los familiares, sino un deber público.