Entrevistamos a Beatriz Constán, artista textil y dinamizadora de nuestro proyecto HUellas, un trabajo de recuperación y homenaje de la memoria de las mujeres de los distintos municipios de la provincia de Granada
Comenzamos conociendo mejor su trayectoria profesional, su proyecto textil. Cada una de las piezas de Beatriz Constán tiene un estilo propio e inconfundible. Juega con tamaños y texturas que se acompañan y se superponen, combinando colores y proyectando sensaciones muy especiales ¿Cómo empezó este proyecto?
Para mí el textil es una forma de expresión, es mucho más fácil expresarme a través de las telas, del juego de colores y volúmenes, de las texturas; a menudo abordo conceptos complejos o que me inquietan y los voy explorando a través de las telas, las fibras, los colores y los volúmenes. Estudié en la Escuela de Arte de Motril la especialidad de tapiz clásico, después de haber estudiado el grado que antes se llamaba Empresariales en la Facultad de Economía. Digamos que fue como un giro que muchas veces el destino nos marca. Comienzas un camino que no es el que tenemos que seguir y ahí estaba el textil esperando, porque simplemente fue como algo que estaba ahí, esperando por mí.
Un arte textil que también siento que es parte de mi herencia, mi abuelo, junto a sus hermanos, tuvieron una fábrica textil, todo esto lo descubrí después, se despliega la maravilla de un puzzle por descubrir en tu vida. Pasan los años y cuando estudio textil me siento tan cómoda, he encontrado mi camino después de sacar una carrera diferente pero desde ese momento me redescubro, me reencuentro con el arte textil y es lo que conforma mi expresión, es lo que yo necesitaba realmente, ese uso de los materiales y poder comunicar mi universo, mis inquietudes, mis necesidades, mi anhelo
Sobre todo, como has indicado, a través del color; para mí, el color es algo muy importante en mi trabajo, creo que es por eso por lo que estudio tapiz textil. Cuando entré en el taller de textil tuve la sensación de que había llegado a mi casa y ahí comenzó una evolución, un camino en el que he ido cambiando y sigo cambiando constantemente, integrando, descartando, buscando nuevos elementos.
¿Cuántos años llevas en el textil? ¿Has hecho exposiciones, colaboraciones, cómo empezó a plasmarse ese modo de expresión?
Llevo 15 años trabajando en el textil, cuando terminé de estudiar lo enfoqué hacia una marca de joyería textil sostenible. Estuve poniendo toda la fuerza, todo el conocimiento, en ese proyecto en el que podía encontrar el equilibrio entre lo que yo quería hacer, cómo quería comunicarme y que me proporcionara esa necesidad económica, un proyecto que se pudiera sostener económicamente.
Pasé de vender en mercados de artesanía y en la calle hace diez años a participar en la mejor feria de moda sostenible a nivel internacional y contar con más de 30 puntos de venta donde vendíamos nuestra joyería a nivel nacional e internacional. El negocio tomó un carisma cada vez más grande y llegó la crisis sanitaria del Covid 19 y fue como parar una máquina que llevaba diez años funcionando obsesivamente, sin cesar, noche y día, fines de semana; y replantearme todo y preguntarme: ¿Dónde estoy? ¿Era esto lo que yo quería?¿Era lo que sentiste cuando entraste en la escuela textil? y la respuesta es que todo había tomado una dimensión totalmente diferente y paré porque todo el mundo paró pero también supuso una reflexión interna. Sabía que no quería esto pero entonces, ¿Qué es lo que quería?.
Descubro que lo que realmente me apetece es trabajar con gente, compartir, aprender; para mí había sido muy importante durante la formación el compartir los procesos porque pienso que la gente puede valorar algo en el momento que conoce cómo se hace, y esa simbiosis que se crea enriquece a todas las partes. Entonces surge esa necesidad durante ese parón, de querer compartir con la gente, no estar todo el tiempo en mi estudio o en una máquina creando piezas sino compartir ese proceso creativo con la gente y por otro lado profundizar en piezas que fueran algo más que simplemente objetos. Compartir un universo creativo.
En paralelo a todo esto, yo siempre había hecho tapices. Sentía que era la parte sagrada de mi trabajo, lo que yo no iba a hacer por ganar dinero; para eso tenía la joyería. Expuse ese trabajo de tapices pero sólo como exhibición.
Es en ese momento donde aparece la propuesta de HUellas de la delegación de Igualdad de la Diputación de Granada, un proyecto que me enamora desde el primer día. Siento que trabaja en paralelo a mi trabajo personal, en unas líneas que nutren tanto a participantes como a mi propio nivel artístico y personal. Es un proyecto que llega en el momento perfecto.
Eso es maravilloso, cuando parece que los proyectos nos buscan a nosotras, cuando hay una confluencia y el proyecto te encuentra con un grado de madurez artística o profesional en el que el camino empieza muy bien, es como que tú estás lista para afrontar ese reto.
Sí, exactamente. A lo mejor llega antes y realmente es un proyecto complejo que no sabes por dónde cogerlo. Cuando llegó, tuve una reflexión profunda, tuve miedo porque no sabía si era mi momento pero luego me di cuenta que sí lo era y cuando empecé me dí cuenta que es un proyecto vivo donde pierdes el miedo que puedes tener por otro tipo de de proyectos que son estáticos. Este proyecto, y lo dicen personas que han estado cerca, es como una cita a ciegas, no sabes qué va a pasar pero hay una voluntad, hay una confianza de que va a salir porque es el momento y hay amor.
Entonces quedamos en que HUellas comienza poquito después de la pandemia, yo recuerdo el primer proyecto en Domingo Pérez, en 2020
Teníamos unas líneas para empezar, la propuesta era muy sugerente: recuperar las huellas de las ancestras de las mujeres de Granada, pero aquello estaba en el papel, no había sucedido de forma práctica. Esos fueron los primeros HUellas, con Lati y Antonio como dinamizadores, yo llegué después. Ellos comenzaron a trabajar cuando las medidas por la pandemia se comenzaron a relajar y con mucho trabajo online. Yo comencé con el de HUellas Padul, ‘El árbol de las emociones’ y trabajo junto a Vanessa Polo como dinamizadoras o “monitoras” de los proyectos.
Aquí puedo desarrollar un poco más el concepto de ‘cita a ciegas’: se forma el equipo de mujeres con las que vamos a trabajar y nadie sabe ahí lo que va a pasar. Hay un guión, claro, un proyecto, pero está abierto, porque ese es el objetivo, que se desarrolle en cada sitio de una manera distinta porque realmente, cada pueblo, cada mujer, cada grupo de mujeres es único. Entonces lo que queremos mostrar es esa parte que les hace únicas. Ese cotidiano, eso común que pasa desapercibido pero que realmente es lo extraordinario.
Cuéntanos un poco las dinámicas. Vienen las mujeres y ¿Cómo lo desarrollas? ¿Qué recursos empleais para captar eso que dices? Me parece extraordinaria la imaginación y creatividad que tenéis a la hora de plasmarlo.
El primer proyecto, lo vivimos con un vértigo desbordado. Claro, nos faltaba esa confianza que nos ha ido brindando la experiencia. No es porque no tuviéramos confianza en el proceso real, al final nosotras no inventamos nada, simplemente seguimos esa huella sutil que se va mostrando. Pues al principio no sabes cómo hilar todo, los pasos fueron un poco más rígidos pero fueron pasos en común, aunque en cada pueblo fue diferente.
Cuando llegamos al pueblo y empezamos a trabajar con un grupo de mujeres locales, lo primero que hacemos es activar los recuerdos, las memorias sobre el pasado: sobre la vida con su madre, de su abuela, hasta donde les llegue la memoria. Activamos su recuerdo a través de su propia experiencia, contando historias del pueblo o a través de elementos con un valor simbólico, por ejemplo, la fotografía. A mí me gusta mucho el tema de la fotografía antigua, porque son pequeños tesoros que nos dan mucha información sobre la memoria.
También hay que tener en cuenta los bloqueos, tenemos dinámicas de olvido generacionales que cuesta desactivar, pero en el momento en que se hace, poco a poco van saliendo, va desarrollándose esa historia, recuerdo, a través del objeto y lo que intentamos hacer o lo que se pone de manifiesto es ese hilo conductor.
En esas historias hay algo que notas que es latente a todas, que las atraviesa, con la que se sienten identificadas, en la que percibes que ellas brillan con eso o algo que les da miedo o que las inquieta. Entonces cogemos ese hilo conductor y empezamos a trabajar, ‘a tirar del hilo’, a analizarlo, a darle un poco de vuelta. En este hilo es muy importante también incorporar la experiencia de las mujeres que son partícipes de esa memoria de las mujeres del pasado. Le das tu toque personal al proyecto, una vez que ya tenemos ese hilo creamos una abstracción con él.
Construimos esta obra colectiva entre todas, es una acción artística que, me he dado cuenta con el tiempo, opera como un duelo; lo que hacemos es dignificar, honrar a todas esas mujeres con la vida que llevaron, con su amor, su sufrimiento, su olvido, y a la vez nos dignifica también a nosotras, a las mujeres que participamos, nos sanamos en ese proceso. Por eso es terapéutico también, tiene ese carisma en el que juntas podemos reconstruir de una manera poética, porque al final es poético crear esa justicia, esa justicia que significa honra. Y a las nosotras de hoy nos sana porque nos ayuda a poder construir un futuro mejor, siendo conscientes de lo que hay atrás, sin olvidarlo y poniéndolo en el lugar que se merece. Imagínate, con tantas mujeres juntas sólo puede salir algo bueno al final.
Se me ocurre también que no solamente os sanáis vosotras, también marcáis una piedra importante para caminos futuros, porque piensas en las nietas, en las niñas que pueden ver el trabajo de HUellas y es una referencia para ellas, además a través de las artes plásticas. Algo de lo que a lo mejor nosotras hemos carecido. Me enternece mucho ver las obras plásticas y las fotografías, las imágenes, los nombres. Lo que me sugiere el juego de los colores y las texturas, toca mi universo propio, me hace vibrar.
Eso es exactamente lo que se pretende cuando creamos una obra, que la persona como espectadora ajena al proceso tenga un momento de reflexión, un momento de observación de la obra, uno de silencio y un momento de sentir ese mensaje, ese vacío o anhelo que queremos transmitir también es suyo. A través de la obra estamos poniendo en valor esas cosas corrientes que todo el mundo tiene pero que no se han puesto en valor, y al ver HUellas, las reconocen.
Al nombrar, como tú bien decías es muy importante nombrar, ponemos en valor esa vida, ese sufrimiento, esas condiciones que vivieron esas mujeres a las que reconocemos en este trabajo. Y se planta esa semilla, para las nuevas generaciones, por supuesto. porque trata realidades tan diversas, un universo tan alejado. Creo que es necesario crear puntos de unión entre lo que vivieron nuestras bisabuelas y lo que pueden estar viviendo nuestras hijas, porque para que ellas puedan volar tienen que saber dónde están sus raíces. El mundo en el momento que lo que vivieron unas de otras es tan diferente que piensan que no tienen nada en común, pero ¡Hay tantas cosas en común!, esto es lo bonito de este proyecto.
Es muy gratificante que una persona que observa sea cómplice de esa emoción que se quiere transmitir. Lo remarcamos con el uso del color porque era una vida dura pero bella. A pesar de esos momentos difíciles, el siempre querer estar, compartir, la ayuda mutua, valores que siempre estaban ahí, era como una tela común a todas las mujeres.
También me parece muy interesante el uso de esa instalación u obra artística como reclamo turístico del territorio. Especialmente porque algunos son municipios amenazados por la despoblación y este no es un reclamo comercial sino algo muy auténtico. También me parece muy interesante que esa oferta sea apoyada y promovida por una institución provincial.
Como artista, cuando miro a las mujeres me digo: ‘Esto lo hacemos entre todas, no inventamos nada, todo está aquí’. Me pregunto qué necesidad hay de inventar historias ajenas cuando la verdadera historia es la que se ha vivido en nuestro pueblo. Simplemente hay que ponerla en valor y reconocerla, que es lo que este proyecto hace. Por eso es tan necesario rescatar la memoria de nuestro pueblo, de los pueblos de Granada, la memoria de las mujeres de Granada, ¿Que mejor reclamo turístico que reconocer nuestras propias raíces?
Te quería preguntar por los retos, cuáles han sido los retos de trabajar con mujeres en áreas más alejadas de la capital, a veces yo las he entrevistado y creen que no tienen mucho de qué hablar y luego sus relatos son muy interesantes; y en general ¿Qué barreras te has encontrado a la hora de que esas mujeres te cuenten sus historias?
Primero lo que tú has dicho, lo primero es que piensan que ellas no tienen nada que contar cuando realmente ellas son la historia viva de los pueblos. Entonces hay que romper con esa venda sutil. Porque, claro, vamos a pensar que venimos de generaciones de mujeres silenciadas. Es obvio que tenemos en nuestro ADN ese sentido de inferioridad; pero en el momento que cae esa venda aparece una seguridad genuina.
Es un reto estar en un grupo de trabajo de mujeres que se unen para crear algo en común pero vienen condicionadas por historias, muchas veces propias y otras ya heredadas. En los pueblos pequeños pasa eso. Pero luego cuando toman conciencia después de varias sesiones de que se encuentran en un lugar seguro, de confianza, en el que podemos hablar, en el que no nos vamos a juzgar, en el que nos vamos a alegrar de lo que le pase a la compañera, en el que lloramos juntas y también nos reímos juntas y a final creamos juntas, es súper bonito, súper enriquecedor. Luego a nivel artístico a veces me encontré con una barrera cuando propones un uso del textil distinto y no desde el que normalmente están acostumbradas que es desde un ámbito muy privado, desde un ámbito de solución, de necesidad; y cuando yo me planto allí y no les digo vamos a hacer esto así, sino, vamos a crear; claro, al principio se quedan como diciendo y ¿Esta maestra de dónde sale? Están acostumbradas a que alguien llegue y les diga hay que hacer esto así; y yo no les digo eso. Cuando rompen esa regla es maravilloso y sacan lo que hay dentro de ellas, es mágico, muy bonito.
Imagino que se va creando una comunidad a medida que se va desarrollando el proyecto hasta la exposición final donde yo las he visto muy orgullosas.
Totalmente, muy orgullosas. Es que al principio, ellas piensan que el trabajo proviene de nosotras, de las monitoras, pero luego se dan cuenta que no, que son ellas. Son ellas las que lo han hecho, la que lo han dicho, que nuestra posición como monitora o como artista en este proyecto es muy humilde. Nosotras simplemente conectamos lo que ellas dicen, sus anhelos, sus deseos, sus historias, porque las tienen aunque no sean capaces de materializarlas. Cuando ya sienten que son ellas, les llena de orgullo y de valía.
El día de la inauguración es algo mágico, cuando traen a sus familiares y les enseñan lo que han hecho. Además el hecho de que esté en un espacio público reconocido es fundamental; eso pone de manifiesto la necesidad de honrar la memoria de esas mujeres desde un carácter público y no sólo familiar. Esta es una iniciativa que viene desde una entidad pública y las honra mucho a ellas también porque no son sólo ellas mismas, honrando la memoria de su madre, de su abuela; es una entidad pública que está dando valor y espacio a su recuerdo, a su vivencia y a su experiencia, y le dota de un espacio en el pueblo; entonces eso es algo grande para ellas y para todo su entorno.
¿Cómo hacéis para seguir renovando? Porque claro, son muchas HUellas y ¿No os entran ganas de descubrir todas las HUellas de Granada? Me imagino que te entra el gusanillo de preguntarte, ¿Qué habrá pasado en este pueblo? ¿Qué mujeres habrá, qué historias?
Tiene su cosa, nosotras les pedimos a este grupo de mujeres que se abran y hay que sostenerlas porque no les podemos decir ábrete a tu emoción, a tu dolor y te dejamos aquí. Entonces , a veces es complejo a nivel personal porque yo no soy terapeuta, no entiendo de psicología y a veces me frustro, pero también te das cuenta que cada vez tienes más herramientas. Por otro lado, de una forma natural las mujeres te están dando pistas de historias que son diferentes pero donde hay muchos hilos en común y ellas te están dando la confianza de poder enfrentar nuevos proyectos.
Con la experiencia, eres más capaz de percibir y sostener esa huella sutil, al principio no la veía y la tenía delante, y eso te hace crecer mucho. Entonces, hay que encontrar ese equilibrio entre lo bueno que tiene y lo difícil que puede suponer a nivel personal. Ahora lo estamos disfrutando un montón y nos está dando muchas herramientas para poder investigar y encontrar el equilibrio.
¿Tienes alguna anécdota que quieras compartir o algo que quieras resaltar, que durante estos años te haya llamado la atención?
Para mí es muy importante que HUellas es una obra con mujeres en la que queremos transmitir variedad, esa riqueza de conceptos que creo que son como un tapiz, es como una tela formada por muchos hilos que se entrecruzan y que al final forman algo muy hermoso.
También pienso que trabajar con la herramienta textil es lo mejor. Desde mi experiencia como artista me he dado cuenta que es un material tan fácil, con el que las mujeres se sienten tan cómodas, y que al usarlo de esta manera les enriquece también mucho a ellas. HUellas sitúa el textil en otra posición; su lugar ha sido a menudo el de algo íntimo, privado y ponerlo como algo con lo que decir: vamos a coger lo nuestro y le vamos a dar valor con nuestra propia herramienta, eso también es muy bonito. No les llevamos herramientas diferentes y ajenas a ellas, para mí es muy importante trabajar con sus propias herramientas.