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HUellas Freila: la memoria viva de las mujeres que sostuvieron un pueblo

HUellas es un proyecto de la Diputación de Granada para homenajear la memoria de las mujeres de los pueblos de la provincia de Granada. En este caso cuenta con la colaboración del Ayuntamiento de Freila. Muestra a las mujeres de su pueblo: Mujeres cueva pero también luz. Mujeres que muchas veces parecían invisibles pero realmente eran y son imprescindibles.

Entre marzo y junio de 2025, Freila —una localidad pequeña, marcada por la emigración y el silencio de la España rural— abrió un espacio inédito para mirarse en su propio espejo. Lo hizo a través del Proyecto Huellas, una iniciativa orientada a rescatar y dignificar las historias de vida de las mujeres que, con su trabajo cotidiano y su capacidad de resistencia, han tejido la identidad del municipio generación tras generación.

Lo que comenzó como un encuentro en la biblioteca del espacio de Usos Múltiples, con 19 mujeres sentadas en círculo, se transformó en un proceso colectivo que combinó memoria, reparación simbólica y un firme deseo de conservar aquello que nunca se contó. A lo largo de los meses, el grupo de 15 mujeres compartieron relatos, recorrieron el pueblo, grabaron audios, se enfrentaron a la cámara y, sobre todo, se reconocieron unas a otras de la mano de la dinamizadora del proyecto: Julia Ruiz Carazo.

Una metodología basada en escuchar y mirar juntas

El proyecto apostó por un enfoque participativo, sustentado en sesiones abiertas donde la conversación guiada, la observación del entorno y la grabación audiovisual se entrelazaron para reconstruir historias que el tiempo había relegado. Las mujeres no solo contaron lo que recordaban: situaron esos recuerdos en el territorio.

Las caminatas por Freila resultaron decisivas. Mientras señalaban casas, barrios y lugares de reunión —los actuales y los que ya pertenecen a la memoria— afloraban retazos de infancia, trabajos invisibles, migraciones dolorosas y redes de apoyo que sostuvieron al pueblo en los años más duros. El paisaje, antes plagado de cuevas y ahora dominado por viviendas de ladrillo, funcionó como un mapa emocional que las ayudó a precisar fechas, rostros y detalles.

El proceso culminó el 18 de junio, con una jornada de grabación extensa —desde las nueve de la mañana hasta las nueve de la noche— destinada a captar las voces y miradas de las protagonistas con naturalidad y confianza.

Un universo de mujeres: de la partera al bar, del telar al mundo

Las sesiones fueron trazando un retrato coral que combina costumbrismo, realismo mágico y episodios de una crudeza que todavía pesa. Emergieron figuras esenciales para comprender la historia íntima de Freila:

Ica, la partera (abuela de la tía Josefa).

La tía Josefa, sanadora y también partera.

Elodia, la telefonista del pueblo.

La tía Maruja, la molinera (Tía Maruja la Molinera).

La Panadera (no se especifica nombre).

Mujer de más de 97 años, madre de María la del Alejo.

Lola La Susana, profesora.

Antonia “la tía Elvira”, muy querida y servicial.

La madre de Piedad, protagonista de una historia de orfandad y supervivencia.

Antonia La Curra, vendedora ambulante con una historia trágica.

La Pitusa, mujer gitana.

Antonia “la calderona”, quitaba verrugas.

Aurora “la pipirrana”, blanqueadora; su marido era “el recorte”.

Grupo de mujeres albañilas (cinco mujeres que hicieron el curso y trabajaron en obra).

La hermana de Matilde, tendera y primera en tramitar pólizas agrarias.

Isabel “La Zurra”, madre soltera que hacía peladillas y piruletas.

Lola La Susana, costurera/modista (aparece también como profesora de costura).

Carmela, temporera del campo, con mucha experiencia en vendimia.

Paca Tortosa o “Paca la del Redicho”.

Mariquita La Nana, peluquera moderna, autora de poesías.

Amelia, bibliotecaria y escritora, organizadora de la Feria Medieval.

Mª Carmen Molina, diputada.

Isabel la de Amadeo, hostelera, vivió en Alemania y aprendió alemán.

María, del bar La Alacena, dueña de dos bares.

La Tía Chon la del Repelo, trabajadora incansable, primera cocinera del colegio.

Ana la de la farmacia, sin estudios reglados pero encargada real de la botica.

Dolores la de la Maximina, soltera, conocida por “ver cosas” y anticipar muertes.

Generaciones jóvenes de mujeres profesionales (ingenieras, farmacéuticas, abogadas, maestras, enfermeras, etc.).

Emilia, investigadora local, guitarrista, lectora, autora de un libro infantil sobre Freila.

Junto a ellas, tenderas, parteras, sanadoras, costureras, emprendedoras, mujeres que migraron y volvieron, y una generación reciente que se dispersó por España y Europa —ingenieras, abogadas, farmacéuticas, docentes— abren el relato hacia el futuro.

Un pueblo transformado por la emigración y la ausencia

Las voces recogidas permiten reconstruir la dimensión social de Freila, un municipio que pasó de tener 7.000 u 8.000 habitantes a rondar los 700 actuales. Durante los años 60 y 70, la emigración vació barrios enteros y desmanteló la vida comercial: donde antes abundaban tiendas y bares, hoy solo queda un supermercado, una panadería y un bar.

Antes era un pueblo de cuevas; después, cuando las familias regresaron con algunos ahorros, comenzaron a levantar casas de ladrillo en la parte alta, dejando atrás la Freila humilde y subterránea. Aun así, la memoria de ese paisaje persiste en cada conversación.

Los testimonios recuperan costumbres hoy desaparecidas: la cuarentena tras el parto, la “Chapona” para recibir visitas durante la lactancia, el enterrar la placenta, los alimentos prohibidos o permitidos, las alianzas familiares, los silencios obligados.

También emergen prácticas que todavía unen a las mujeres: cantar, bailar, tejer, tocar castañuelas, elaborar objetos con hojas de palma, organizar fiestas y mantener tradiciones que, de otro modo, se desvanecerían.

Conclusiones: un tejido reencontrado

El proyecto no solo recopila relatos: genera un archivo oral y audiovisual que quedará disponible para futuras generaciones y que se presentará públicamente entre septiembre y octubre de 2025.

Es, en esencia, un acto de justicia memoria­lista: rescatar lo que estaba disperso, sostenerlo, organizarlo y entregarlo al pueblo como un espejo donde reconocerse.

“Huellas” ha permitido a Freila algo más profundo que la simple recopilación de historias. Ha favorecido la creación de un espacio seguro para narrar lo que se vivió en las casas, en las cuevas, en los campos y en los silencios. Ha devuelto a las mujeres el lugar del que fueron desplazadas en el relato oficial y ha fortalecido la identidad colectiva de un pueblo que, pese a la pérdida demográfica, conserva una riqueza humana irrepetible.

Freila tiene ahora un mapa afectivo hecho de voces, gestos y recuerdos. Un territorio donde cada mujer ocupa, al fin, el lugar que siempre le perteneció.

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