Entrevistamos a Isabel Bernal, psicóloga con una larga trayectoria en formación de autodefensa feminista. Isabel, que imparte talleres en el programa de concertación de la Diputación de Granada, nos cuenta sus experiencias y reflexiones
«Conocí la autodefensa de forma anecdótica, yo estudiaba entonces psicología en la Universidad de Almería y programaron un taller de autodefensa feminista. Ese taller intensivo de fin de semana me impactó muchísimo. Al experimentarlo en mi misma me produjo tal subidón: de experimentar cómo pasaba de ser el objeto en una agresión a convertirme en sujeto, de ser una víctima a convertirme en quien proponía las respuestas a la agresión, me pareció un salto brutal, algo que lo cambió todo y después de ese fin de semana me dije: yo quiero ser profesora de esto». Así descubrió esa vocación que sigue practicando, mejorando y fomentando 25 años después.
Nos explica que la formación en autodefensa feminista tiene una peculiaridad, y es que «no se estudia en ninguna universidad, no hay cursos reglados, pero decidí formarme de alguna manera desde esa experiencia». Esa determinación le llevó a una búsqueda de referentes y profesionales de las que aprender y contactó con distintas formadoras en autodefensa, «y no hay muchas en el Estado Español, estuve con un grupo en Zaragoza, otra formadora en Vitoria Gasteiz, otra en Bilbao, y empecé a proponer cursos con amigas, amigas de amigas, colectivos de mujeres, etc.. es verdad que la autodefensa feminista se transmite de manera oral de mujeres a mujeres, y fue esa transmisión de esas mujeres que iban pasando por los cursos, que querían que otras mujeres pasaran por estos cursos, la que ha generado y me ha llevado por esta rueda infinita en la que ando inmersa hace más de 20 años dando esta formación. Jamás pensé que un curso que inicias y creas con 25 años lo iba a estar desarrollando y enriqueciendo otros 25 años más», asegura Isabel.
«No aprendí la autodefensa en un libro, la autodefensa se aprende en las calles, en los grupos de mujeres, en los colectivos»
Isa Bernal, psicóloga especializada en autodefensa feminista.
Trabajamos la prevención, aprendemos a defendernos, no a agredir.
Isa Bernal divide sus talleres en tres partes: una parte teórica en la que se intenta hacer un acercamiento a las violencias machistas, cómo se construyen, su naturaleza estructural, «para que las participantes entiendan que todas hemos vivido algún tipo de violencia machista en algún momento de nuestra vida, que dejen de normalizarlo y comprobar por ellas mismas que no se trata de un problema personal sino estructural. A menudo las mujeres vienen pensando que ‘tuve una agresión porque quizás no tenía que haber pasado por allí o no tenía que haber ido vestida de tal manera’ y conforme van trabajándolo en el taller empiezan a comprender que eso es un problema estructural y no algo que les ha pasado a ellas de casualidad en un momento dado», afirma.
La parte psicológica del taller aborda cómo el cuerpo percibe señales y nos avisa cuando está sucediendo algo que no va bien, «Escuchamos y le otorgamos esa voz al cuerpo y empezamos a trabajar desde ahí, desde la prevención, respetando siempre las sensaciones corporales de que algo no está bien y aprendiendo a empezar a poner límites desde la prevención», comenta la formadora. Para Isa es fundamental creer en nuestro cuerpo,«Muchas veces podemos evitar la agresión simplemente alejándonos de la situación; escuchándonos y dándonos esa autoridad, no esperar a que ésta suceda. En esa parte psicológica se trabaja la legitimidad que tenemos para defendernos, ejercer ese derecho a defender nuestros cuerpos porque los están violentando. Aprendemos a defendernos, no a agredir».
En esta parte de la formación, Isa suele explicar la diferencia entre violencia y agresividad, «Violencia sería una fuerza física o psicológica que se utiliza para someter a otra persona mientras que agresividad es una fuerza que se utiliza para defenderte ante una agresión», y lo hace porque en sus talleres se potencia esa agresividad en la autodefensa, «una emoción totalmente sana en determinados casos entre las personas, necesitamos agresividad para vivir, pero por el sesgo de género, a las mujeres la agresividad nos ha sido totalmente capada y a veces tenemos mucha dificultad para entrar en cualquier enfrentamiento, sea físico o verbal, o a esa respuesta física que siempre intento explicar que es lo último que tenemos que emplear, ojalá no tuviéramos que emplear técnicas físicas en la autodefensa, donde siempre, si podemos, vamos a hacerlo desde la prevención», asegura .
En el taller de autodefensa feminista de Isabel Bernal también se aprenden técnicas físicas muy fáciles y eficaces, «para emplear en caso de que la prevención falle», apunta la formadora. Para ella, todas las mujeres, todas y cada una, son capaces de defenderse de una agresión, «no tengo ninguna duda, sólo hay que encontrar esa manera, defenderse se puede hacer de muchísimas formas. Dejemos de estereotipar las patadas voladoras. Los talleres de defensa feminista son algo mucho más rico, más completo, la parte psicológica de prevención es igual de valiosa que la física. Es cierto que los agresores no vienen y te dicen, ‘ay te iba a agredir, pero te veo una tía segura y decidida y ya me he cortado’, pero en serio, yo creo que estamos evitando un montón de agresiones sólo con el lenguaje corporal. Hay que aprender a gestionarlo, a esconder esa inseguridad que podemos llevar por la calle. La prevención es un pedazo de herramienta. Si hay que dar una patada se da, pero lo mejor es no tener que darla, sobre todo por el impacto para nosotras en tu organismo, que te descompensa y luego necesitas un montón de tiempo y cuidado para recuperarte».
La autodefensa es una herramienta muy potente de prevención de la violencia machista
Isa apunta la exponencialidad de los talleres, donde se genera una sensación muy bonita y es que «consideras que es una información valiosa, una experiencia valiosa y quieres que otras personas lo hagan también, quieres que otras compañeras lo hagan, por eso en estos cursos es tan importante el boca a boca. Hay una parte muy importante de estos cursos, que es el trabajo de grupo y luego querer compartirlo».
El taller está dirigido a cualquier mujer de cualquier edad o condición, no se requiere una forma física especial. Isa comparte su experiencia vivida impartiendo talleres de concertación de la Diputación de Granada en municipios pequeños de Granada, donde el perfil de las participantes, en general, es de mujeres a partir de 50 o 60 años, «Les encanta, y sus experiencias son muy valiosas en estos talleres. Al principio llegan, ‘¡ay bueno, yo que voy a hacer aquí!’, y luego, interactuando con el grupo de mujeres, se dan cuenta que también sufren ese miedo y comparten violencias que han normalizado o con las que no han tenido un espacio seguro donde compartir y les dan un sentido en los talleres. Tejen estas violencias que han vivido y al compartirlas, las entienden, y a través de romper esos silencios tan violentos a los que estamos acostumbradas, se crean unos lazos de sororidad mucho más potentes de los que tenían antes de compartir los cursos».
Aunque, como hemos apuntado, no hay un requerimiento de edad y a Isabel le gusta mezclar en un mismo grupo a mujeres de edades diversas, también reconoce que le gusta trabajar con grupos exclusivamente de gente joven, «Trabajo con chavalas a partir de 12 años en experiencias que son preciosas. Son talleres adaptados porque está claro que no es lo mismo tener una vivencia cuando tienes 12 años que cuando tienes 50, ni siquiera cuando tienes 20. Estuve formándome en Berlín, allí hay un movimiento muy potente de prevención del abuso sexual infantil y juvenil a través de la autodefensa feminista, entonces empezamos a dar estos cursos con menores y generaron una experiencia muy bonita, trabajar con ellas esas alianzas, esa fuerza; trabajar la prevención con la gente joven es clave; si trabajándola con personas adultas funciona muy bien, con chavalas es fundamental: que sepan poner límites, crear y generar confianza en unas redes de seguridad. La autodefensa para jóvenes es una herramienta muy valiosa».
Superar y trabajar la vergüenza y el silencio generados por agresiones machistas
Isa reflexiona con nosotras sobre las cuestiones o situaciones que más se repiten en los grupos de trabajo y apunta que cuando se comparten sensaciones en los talleres se repite mucho la de la vergüenza de haber sentido que hemos sido agredidas y se comparte mucho el silencio en el que han estado guardado muchos relatos por la carencia de espacios seguros donde ser creídas y no enjuiciadas, «Cuando en el curso sí se crea ese espacio seguro y se comparten las agresiones machistas, te diría que al principio se dice: ‘no a mi no me ha pasado nunca nada’ y conforme se va produciendo la rueda de intervenciones, empiezan los comentarios de las participantes: ‘oye que me he acordado de esto, oye que a mi también’; esto quiere decir que esa falta de espacios seguros hace que muchas veces percibamos las violencias machistas como algo personal y no estructural; algo que me ha pasado y que quiero olvidar, algo que disociamos en el cerebro: ha sido algo horrible, lo olvido y ya está. Entonces en los talleres cuando pueden compartirlo, hay algo que suele pasar y es ese empoderamiento, ese momento de rabia pero también de subidón, uau, se produce un llamamiento a la movilización, esto no me está pasando a mi sola y podemos también entre todas intentar terminar con esto», comparte Isabel.
Ante la pregunta sobre la necesidad de los talleres de autodefensa feminista, Isabel Bernal sigue demostrando esa determinación que le caracteriza, «Nos sigue faltando ese imaginario de mujeres fuertes, mujeres que se alían entre ellas para defenderse, para protegerse, para creerse, para sanar entre ellas, todavía hay ese mito de que las mujeres no sabemos defendernos antes los agresores fuertes, todavía tengo que estar un rato en el curso trabajando esto. No venimos con esto aprendido de: tengo derecho a defenderme, se trata de mi cuerpo. Estamos desconectadas de nuestros cuerpos, de la fuerza que tenemos. Los talleres son imprescindibles porque siguen funcionando, las mujeres salen de allí contentas, comprendiendo que los contenidos son muy importantes para ellas y llamando a otras mujeres para compartirlos, viendo que lo que ha sostenido ella sola puede superarse si se comparte en una cadena de solidaridad y apoyo mutuo».
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