La doctora e investigadora granadina advierte sobre la medicalización y los efectos negativos de los disruptores endocrinos en la menopausia
«Pillamos» a Enriqueta Barranco escribiendo un libro que publicará en breve, que trata sobre la menstruación en la España medieval, y nos da la primera pista sobre el tema por el que la entrevistamos, la menopausia, «Hace tres mil años la menstruación se retiraba en las mujeres a la misma edad en la que se retira ahora; a lo largo de la historia, la biología de las mujeres no ha cambiado; los trastornos menstruales, los sangrados uterinos abundantes se han registrado desde que hay historia escrita». Enriqueta Barranco Castillo, Granada, 1950, es Doctora en Medicina por la Universidad de Granada. Ha ejercido como especialista en Obstetricia y Ginecología hasta 2017 en el Hospital Universitario San Cecilio, fue profesora Colaboradora Extraordinaria en el Departamento de Obstetricia y Ginecología de la Universidad de Granada, miembro de su Instituto Universitario de Investigación de Estudios de las Mujeres y de Género, y directora de la Cátedra de Investigación Antonio Chamorro-Alejandro Otero de la Universidad de Granada.
Enriqueta nos habla sobre la menopausia, una etapa en la que las mujeres se encuentran «cuando pasas aproximadamente un año sin menstruación». Lo describe como un proceso natural, fisiológico, «igual que la menstruación viene, la menstruación cesa, ¿qué haríamos a los ochenta años con la menstruación?», que en algunas ocasiones produce molestias, «en la mayoría de los casos transitorias», como bochornos, sudores, calores y/o sequedad vaginal. La doctora revela que la mayoría de las mujeres no tienen síntomas durante la menopausia y «afortunadamente, viven tranquilamente, sin menstruación».
Su principal preocupación sobre este tema, objeto de sus estudios, es el tratamiento hormonal para la menopausia. La doctora ha hecho una revisión de lo publicado recientemente sobre el tema y basa su conclusión en un informe de abril de 2022 sobre los efectos beneficiosos y perjudiciales del tratamiento hormonal durante la menopausia realizado por la United States Preventive Services Task Force que advierte de los riesgos innegables de los tratamientos hormonales en la salud de las mujeres, entre ellos, la mayor predisposición a padecer cánceres de mama, además de otras advertencias sobre la enfermedad trombótica cerebral, el infarto agudo de miocardio o la carencia de efectos beneficiosos para el tratamiento de la osteoporosis. La conclusión del informe, nos explica Enriqueta, «es que salvo circunstancias excepcionales, no se puede recomendar el tratamiento hormonal para la menopausia».
La doctora expresa su preocupación porque, sin embargo, la Sociedad Española para el Estudio de la Menopausia ha publicado un documento de consenso que trata de decir todo lo contrario, Enriqueta señala en este sentido la posible influencia de la industria farmacéutica sobre este tema. Algo que le remite a su participación en 1996 como consultora en el II Plan Andaluz de Salud, «fue la primera vez que me enfrenté al problema del tratamiento hormonal de la menopausia donde se pretendía aplicar tratamientos hormonales a todas las mujeres andaluzas que estuvieran en la fase de menopausia, afortunadamente logramos que la iniciativa no tuviera recorrido». Enriqueta reflexiona, «en la primera menstruación nos convertimos en mujer fértil y en la menopausia empezamos a entrar en carencia; a la abundancia no se le da tratamiento, pero como las mujeres ocupamos una situación secundaria en la sociedad, parece que la menopausia nos sitúa todavía más lejos, en tercer o incluso en un cuarto lugar, y hay que medicarnos, se da una situación totalmente desvirtuada del proceso de vida de las mujeres».
Recomendaciones
Para los trastornos moderados de la menopausia, Enriqueta Barranco recomienda medidas higiénicas como evitar la ingesta de bebidas alcohólicas, de productos picantes o excitantes como el café, cacao, té; quitar los edredones de las camas, dormir con ropa ligera y poco abrigada, hacer ejercicio físico, «el que tenga la mujer por costumbre, que camine o haga ejercicio según su norma»; o si se tienen síntomas muy severos, tomar el tratamiento hormonal, «por un periodo muy corto».
Para la doctora Barranco, la menopausia supone un «periodo de transición vital en las mujeres», que se suele dar entre los 45 y 50 años, «un momento en el que la parte profunda de nuestro ser también se transforma, y en esa transformación hay baches». Para Enriqueta, asociar la depresión en las mujeres al hecho menstrual, le parece un error, «entonces, los señores no tendrían nunca depresión ni cambios de ánimo, ni se estarían suicidando como lo están haciendo ahora, desgraciadamente».
Para ella, asociar el hecho depresivo a los cambios hormonales coloca a las mujeres en una situación de dependencia hormonal, por tanto dependencia científica y social, «Las mujeres podemos sufrir depresiones a lo largo de nuestras vidas por motivos variados, en algunas ocasiones mujeres entre los 40 o 50 años por sus situaciones personales, por situaciones laborales, sus situaciones familiares, tienen estímulos negativos que les conducen a situarse en un estado mental de ánimo menos bueno del que ellas desearían, pero atribuirlo a la menopausia es volver a colocar a las mujeres en situación de dependencia y no tener en cuenta que hay otros muchos factores vitales que determinan estados depresivos. Esto hay que tenerlo en consideración. No es la menopausia lo que ocasiona la depresión en las mujeres, es el ciclo vital de las mujeres».
Temor a las hormonas
Enriqueta nos comenta que en su consulta, cuando le dicen «doctora, le tengo miedo a las hormonas», les responde, «muy bien, es para tenerle». Afirma que, «la revolución de las hormonas ha cambiado el mundo pero desde luego ha cambiado la biología, que se ha visto muy mediatizada por la ingente cantidad de hormonas que actualmente se están arrojando a los acuíferos, a los ríos y a los mares; junto a los tóxicos industriales, que también se convierten en hormonas y no son pocos; y a los tóxicos de nuestras casas, que terminan pasando a nuestro cuerpo en forma de hormonas». La doctora nos explica que la realidad es que a pesar de que nuestros ovarios no funcionan tanto como funcionaban antes, «no es cierto que dejen de funcionar por completo sino que funcionan de otra manera» y concluye que, «en una etapa de la vida en la que estamos diseñadas genéticamente para tener poquitas hormonas, para estar en un medio poco hormonado, nos encontramos con que el medio ambiente nos devuelve las hormonas que no necesitamos provenientes de los productos que hemos vertido en la naturaleza: plásticos, productos de belleza, ambientadores, etc, en forma de estrógenos ajenos».
Junto al doctor Nicolás Olea, catedrático de Medicina de la Universidad de Granada experto en disruptores endocrinos y epidemiología, Enriqueta advierte sobre los efectos en nuestra salud de los llamados disruptores endocrinos o disruptores hormonales, definidos por la Organización Mundial de la Salud como «aquellas sustancias exógenas, que se hallan en gran diversidad de químicos, incluyendo los contaminantes orgánicos persistentes, pesticidas, fitoestrógenos, metales, ingredientes activos de los productos farmacéuticos, aditivos o contaminantes presentes en los alimentos, productos de cuidado personal, cosméticos, plásticos, textiles y materiales de construcción, que ocasionan alteraciones en el sistema endocrino y, por tanto, generan efectos adversos sobre la salud».
En Noviembre de 2016, Enriqueta Barranco publicó el resultado de una investigación sobre la presencia de disruptores endocrinos en la sangre menstrual, «era la primera vez que se hablaba de esto y es que la menstruación no es un producto de desecho, aunque así se ha tratado históricamente, sino que indica lo que está pasando en nuestro cuerpo. Los parabenes y los benzofenonas son los principales disruptores endocrinos presentes en la sangre menstrual, tóxicos que se encuentran, según estudios publicados, en la mayoría de peces de nuestros mares». La doctora espera que se frene la invasión hormonal provocada por los disruptores endocrinos en el medio ambiente, «porque está haciendo mucho daño».