Instalación artística HUellas Molvízar

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Mujeres y paisaje, las HUellas de las mujeres en Molvízar

Descubrimos cómo la memoria colectiva de las mujeres de este pueblo está fuertemente vinculada con el paisaje y geografía que las rodea. Este Huellas, un proyecto de la Delegación de Bienestar Social, Igualdad y Familia de la Diputación de Granada, recupera su memoria, os lo contamos. 

El proyecto HUellas, promovido e impulsado por la Delegación de Bienestar Social, Igualdad y Familia de la Diputación de Granada, es una iniciativa para visibilizar el papel fundamental que las mujeres han desempeñado en la historia y cultura de los pueblos de Granada. 

Tras la puesta en marcha de este proyecto en Molvízar hemos descubierto cómo la memoria colectiva de las mujeres de este pueblo está fuertemente vinculada con el paisaje y geografía que las rodea. En el pasado, esta interrelación era esencial para la supervivencia y esto, de alguna manera, se ha reflejado y dejado sus huellas en las mujeres que lo habitaron. 

Molvizar era y es un territorio lleno de vida, de personas, de historias, de mujeres que iban a las cañas, a la aceituna, a recoger almendras… Lugares que han recorrido, que han habitado y que habitan, y a los que queremos dar valor. Lugares llenos de “historias y de detalles” que son parte fundamental de las raíces de este pueblo y que hemos querido recordar, rescatar y homenajear.

Un territorio donde todas y todos forman parte de las historias, como las flores del almendro, donde todas forman parte del árbol, y los distintos arboles configuran un paisaje de “memorias” a las que dar luz. 

En este sentido, el grupo de mujeres participantes en el proyecto HUellas ha creado esta escultura textil que rinde homenaje y simboliza todas las historias, detalles, relatos y memorias de las mujeres de Molvízar.

En ella se reflexiona sobre la belleza de un paisaje pasado, que hoy sólo existe en los recuerdos. Y, a su vez, se crea un espacio de diálogo con el presente, rescatando las historias de las mujeres que habitaron ese territorio para que no caigan en el olvido. 

Olía a pueblo, 

A vida sencilla… 

Las puertas de la casa siempre abiertas,

Las calles de piedra,

Los mulos aguardaban para ir a la faena…

Olía a pan recién hecho,

del horno de alguna de las panaderas:

María España, Rosario o Angelica Pérez.

Los huevos con vino crudo,

las migas por la mañana, el puchero por la tarde.

El agua en cantaros, recién traído de la fuente en cubos de lata.

Por la calle Real corría una niña en busca de la partera, Maria “la del Moreno”, Salvarico o la Civilera…

En la “Escuela de la Peseta”, María “la de Sanchez” recogía a los niños y niñas del pueblo mientras sus madres trabajaban. Tenían que llevar su silla. Esos niños y niñas, unos años más tarde irán a la escuela con Doña Angeles, Concha, Mercedes o Doña Emilia.

Ibas por el pueblo y escuchabas a la gente cantar.

O las risas de los niños y las niñas jugando en la calle.

Y algún que otro llanto provocado por una caída que hacía que visitáramos a Carmelina “la Telera”, que con su don colocaba los huesos: “Llévalo aca Cardelina”, decía una madre.

En la calle siempre había mujeres bordando velos en sus bastidores cuadrados. 

Los velos los traía un hombre que venía en burra desde Motril e iba casa por casa repartiéndolos. 

Se alojaba en la posada de Josefíca, en la Plaza del Pescao.

Las mujeres lo esperaban con ganas ya que con lo que sacaban se compraban sus cosas, un vestido, o unos zapatos nuevos para las fiestas. 

Las Fiestas eran las de nuestra patrona, Santa Ana, famosas en todos los pueblos de alrededor. Dos semanas antes ya veías a Magdalena o Dolores “La Paloma” blanqueando las casas, subidas en tres o cuatro mesas y sillas, y con cañaveras… y a todas las mujeres del pueblo limpiando.

Maria Jesús “La Chota” haciendo escobones y serones de palma que cambiaba y vendía.

Nuestras mujeres se arremangaban para trabajar en el huerto, hacer las tareas domésticas, cuidar a los animales y las criaturas, recoger la almendra, o ayudar a la vecina. 

Y para hacer la matanza contábamos con Dionía, Cristina, Clementina,… o en la plaza del pescado con las dos Marías, o Salvadora, que hicieron famosas las morcillas de Molvízar.

Mujeres que bajaban andando a Salobreña a hacer la monda, que dormían en el suelo después de una larga jornada, o que volvían al pueblo cargadas con algo para echar a la lumbre y darles de comer a sus criaturas.

Recordamos a Alejandrina cómo cargaba cañas, tarea de hombres, o a Carmen “la Jemba”, que se iba también a las cañas, y además curaba a quien lo necesitara poniendo inyecciones.

No podemos olvidar a las mujeres viudas, que buscaban hinojos en el monte para después venderlos o cambiarlos por algo para comer.

O las que lavaban ropa ajena en los barrancos, como Frasquita. 

A todas aquellas mujeres que regentaban tiendas y bares para hacer la vida algo más sencillas a sus vecinas y vecinos.

Hoy reconocemos todo su esfuerzo y trabajo y las nombramos para que existan.

Hoy, seguimos las huellas de TODAS las mujeres de Molvizar.

Escucha el audio del proyecto HUellas Molvízar

Proyecto HUellas.

Para la recuperación de la Memoria de las Mujeres de la provincia de Granada.

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