La escritora y poeta granadina Nieves Chillón escribe para Igualdad en Granada una reflexión sobre el territorio que habita y la fuente de inspiración que supone. Licenciada en Filología Hispánica por la UGR, profesora de Lengua y Literatura en Secundaria, anda presentando Auletris, su último trabajo.
A raíz de la publicación de mi novela Auletris (Algaida, 2022), o más bien, fruto del proceso de documentación y escritura, y en realidad un par de años antes, con La casa de La Piedra (El Envés, 2021), he ido reflexionado sobre la relación entre el paisaje y el color de los versos, la configuración de los personajes, y en definitiva, sobre lo paisajístico como catalizador e interventor de la obra.
Mi trabajo como profesora de literatura en un instituto de secundaria de Huéscar, al norte de la provincia de Granada, me permite una perspectiva particular: la de la escritora que vive y trabaja lejos de los focos literarios más intensos (si pensamos en sedes universitarias o editoriales), pero muy cerca de lugares arqueológicos de primer orden, y de un paisaje particularísimo como es el Geoparque de Granada, reconocido por la Unesco a nivel mundial por su relevancia geológica, arqueológica y cultural.
Es verdad que hay muchos paisajes: naturales, urbanos, humanos. He aquí una primera decisión: limitar el término al primero de ellos, e ir ampliándolo de forma sumativa.
Por una parte, el diálogo entre el paisaje y el personaje es una constante no solo en la novela citada, sino en otros libros de poesía tanto míos como de otros poetas, clásicos y contemporáneos. Por recurrir a un ejemplo clásico, Garcilaso construyó un locus amoenus en sus Égloglas, y lo convirtió en ideal. ¿Cómo pudo influir la palabra (sigamos con el ejemplo de Garcilaso) sobre ese «Corrientes aguas puras, cristalinas, / árboles que os estáis mirando en ellas, / verde prado de fresca sombra lleno?” Probablemente de la misma manera: Idealizando el objeto que nombran.
Los románticos (muchos “los” y menos “las”, por desgracia) introdujeron numerosos atardeceres y claroscuros, así como esa contemplación del alma en la escena misma. El paisaje no era un marco, sino un espacio profundo, esencial.
Como vemos, la construcción de los personajes se cimienta en la coyuntura ideológica del autor, autora en el caso de quien ahora escribe. Es prácticamente imposible escapar del paradigma sociohistórico que ha modelado el pensamiento de quien construye el mundo de ficción. Por esto, el paisaje será entonces un agente constructor del personaje de la misma forma y con la misma intensidad que la historia. Somos hijas e hijos de nuestra época, y también de nuestro paisaje. Somos, por así decirlo, parte de lo que el paisaje escribe.
La marca «Geoparque de Granada» es una etiqueta que desde su reconocimiento por la Unesco a nivel mundial, es utilizada por las entidades turísticas y administrativas para referirse al característico entorno de badlands de las comarcas de Guadix, Baza y Huéscar.
Como dije al principio, después de la escritura de Auletris y La casa de La Piedra, considerando al paisaje una pieza clave y activa en la creación del producto literario, defiendo además que las obras literarias lo construyen más allá de la luz de nuestros ojos, cobrando una dimensión nueva. No hablo de convertir a la literatura en marketing. Sí que es posible definir un enfoque generado por el paisaje mismo. Incluso me atrevería a decir que podría defenderse como una inversión sostenible en el terreno, desde un punto de vista simbólico: sembrar en él literatura, sembrar libros.
El Geoparque ha sido habitado por personajes universales. Las cuevas donde vive la Novia y su familia en Bodas de sangre, de Federico García Lorca, es uno de tantos ejemplos en los que el espacio ha definido el carácter de unos seres de ficción verdaderamente autóctonos de ese ambiente árido y, según la perspectiva del mismo autor, degradado y pobre. También es cierto que Lorca afirmaba que le interesaba, más que el paisaje, su gente.
Tampoco se trata de excluir perspectivas donde el entorno se vea inmerso en un discurso de pobreza o de conflicto, sino por el contrario, de reivindicar en la escritura la existencia y el poder creador, evocador, de ese paisaje, que es nuestro, y es universal.
Se trata de invertir en todos los sentidos, con una perspectiva justa, ecologista y feminista. Desde la literatura, con personajes femeninos, con equilibrio de roles en el discurso, con la visibilización de la intrahistoria de las mujeres y de su acción en la esfera pública, de las violencias; huyendo de los tópicos, de la heroína hipersexualizada, de la perspectiva misógina que pretende vincular violencia sexual con sensualidad o erotismo.
El paisaje del Geoparque de Granada, su aridez y misticismo, su historia conflictiva, escribe a través de mí, y a la vez yo lo construyo con mi escritura.
Epílogo (de La casa de La Piedra)
No se levanta solo aquí la casa
sobre estas líneas en los cimientos del lenguaje
en mí está la casa sus átomos de cal en mi esqueleto
huesos de la Venta Micena arenosos y blancos
que araron la tierra hasta ser la tierra misma
una jaula de calcio un crustáceo varado
en el llano tan cerca del pozo de la sal
la casa ya no está en sus ruinas
porque está en mí y en todos los que fuimos
aquella tarde a merendar con ella
mientras las bestias
pacían
luz.